Cuadernos

lunes, 6 de mayo de 2019






Cartas desde el no-lugar. 

Paseo por cada uno de los recovecos de mi existir y no siempre me encuentro.
A veces, me sorprendo guindada en un no-lugar y a duras penas me invito a descolgarme y habitarme de nuevo. Otras, mi cuerpo y mi alma encajan sin desdoblarse. Ahí solo hay aliento. Pero, a menudo, me encuentro con los puños cerrados picando mi pecho desde adentro. Grito para ser expulsada, para abandonar esa corporeidad que siento que no me pertenece. Grito pensando en salir disparada por esa boca accionada que me catapulta más allá de mis límites físicos, más allá del contorno que me vuelve concreta.    

domingo, 2 de septiembre de 2018

Carica papaya







El día que sobrevino el deshielo y se crearon torrentes,
nacieron ríos sobre los diques secos.
Tras los surcos, tierra esponjosa, cálida y nutrida. 

Trabajé bajo soles incontables, de raíz amarga y hojas luminosas.
Bebí de sueños en cuevas de mujeres.
Comí de noches en clave de fruto tardío.
Planté la Semilla en el vacío de mi profunda existencia.

Entonces, apareció, revelando el misterio de lo imposible y aprendí:

Que las personas están hechas de lazos invisibles para no ser amarradas.  
Que la intemperie es un concepto y que una se puede mojar en cubierto.
Que los cuerpos son puzles que encajan en cada uno de sus múltiples costados.
Que somos vacío revestidos de piel.
Que los universos se construyen.
 Y que la papaya, es la fruta con los besos más dulces.









El que amaguen les formes 2.0: Serie "apertura"

"Dándo la cara" Marta Cerulla

"La paloma fría" Marta Cerulla

"Deshielo" Marta Cerulla

"Déjame entrar" Marta Cerulla

"Maternidades y controversias" Marta Cerulla

domingo, 24 de diciembre de 2017

Deshielo




"Deshielo" MartaCerulla.

Elia era una mujer que rondaba los 40 años. Vivía sola, con su gato, no tenía pareja y amaba el sexo. Tenía un trabajo estable, bien pagado que se correspondía con su vocación: la de acompañar a otras personas a encontrarse a sí mismas y salir del atolladero de la confusión, la duda y la desesperación.

Aparentemente, Elia tenía todo lo que deseaba, pero un vacío la acompañaba desde su más temprana adolescencia. Era un vacío oceánico, como un agujero negro que tragaba todo lo que encontraba a su alrededor: amor, atención, comida, sexo, substancias, tecnologia....cualquier cosa o situación que le pareciera estimulante y le permitiera contactar, aparentemente, con la vida, con la idea de que era real y no fruto del sueño de otro.

Pero Elia no sabía que este vacío aumentaba proporcionalmente a su intento de saciarlo. Era adicta a la intensidad, incapaz de saborear la calma, la paz y el sosiego. Desde ese lugar, se desviava de su centro, se desdoblaba y se escindía, perdía todo contacto con su Ser Esencial. Sin saberlo, vivía en una cárcel, en una especie de samsara donde repetía y repetía los mismos patrones, los mismos actos una y otra vez como una autómata. Se sentía arrollada por un impulso ciego de ir hacia adelante, como un acto de escapar de ella misma. Una contradicción al fin y al cabo, porque ese motor, escondía un anhelo profundo de conocimiento, de búsqueda y de certeza de saber quién era realmente. Esa desazón crecía en su pecho año tras año, ocupando cada vez más espacio.

Abocado en su balcón, con vistas al mundo, su “yo” miraba la vida buscando una nueva presa, alguien a quien parasitarse, cualquiera que pudiera calmar, aún por un instante, todo el dolor que la habitaba. Iniciaba relaciones amorosas que vivía con grandes expectativas, “¿será éste el que me libere de mi sufrimiento?” “¿encontraré en él esa paz que tanto anhelo?”, “¿me dará todo el amor que necesito?” y así, Elia iba de relación en relación, cargando sueños frustrados, anhelos no resueltos y acumulando fracasos amorosos. Cada vez se sentía más lejos de encontrar aquello que ella creía que estaba buscando. Se sentía perdida, triste y su energía vital emitía una luz débil y enferma.

Era capaz de aventurarse hacia cualquier objetivo externo antes que mirar hacia adentro y acoger en sus brazos aquel dolor que le gritaba desde las entrañas “no busques afuera, pasa, entra en ti, es a ti a quien buscas, a nadie más que a ti”. Pero esa voz era ya apenas imperceptible.

Con el tiempo esa desazón que había colonizado su pecho, empezó a volverlo duro, negro y opaco. Empezó a extenderse como una gran mancha de petróleo tan negruzca que ya no dejaba entrar la luz ni la desprendía hacía afuera. Sus ojos se apagaron y su piel empezó a tornarse de un color gris ceniza. Con el tiempo, esa mancha, continuó expandiéndose y se instaló en su cuello y espalda, dando lugar a una rigidez que le quitaba libertad de movimiento y le castraba su capacidad de sentir. Poco a poco, Elia había dejado de disfrutar de la vida, todo se había vuelto un sinsentido, era un fantasma errante que se arrastraba por el mundo con pieles viejas y desgastadas.

De la misma forma, había dejado de disfrutar del sexo también, un sexo que tiempo atrás le había dado tantas satisfacciones. ya no sentía el placer en sus genitales, ni su cuerpo erotizado, ni la piel erizada.... Necesitaba gritar y recibir dolor físico para poder sentirse conectada con su cuerpo y con la vida. Vivía el amor y el sexo desde la complacencia al otro, dándole lo que ella creía que necesitaba, pensando que, dando sin medida, podría recibir la parte de amor que sentía que le faltaba y que le haría sentir completa. Se olvidó así, de poner atención en su propia necesidad, alejándose de su propia sexualidad, sensualidad y ternura.

Poco a poco su fuerza femenina se fue debilitando nadando a menudo en la angustia de sentirse perdida con su idea de lo que era ser Mujer. Rechazaba con vehemencia los modelos de mujer tradicional que había bebido de su educación, pero era incapaz de contruir uno propio sin caer en idealizaciones fantasiosas que le hacían confundirse aún más. Amaba figuras arquetípicas como las mujeres guerreras, las amazonas, escritoras y pintoras como Frida Kahlo, Anaïs Nin, Simone de Behaviour, Pizarnik, Leonora Carrigton... todas ellas mujeres fuertes, feministas, que habían reivindicado su derecho a hacerse un nombre como artistas, rechazando el lugar que su época había reservado para su género y compartiendo un ámbito colonizado por hombres. En contrapartida, rechazaba su propia ternura y vulnerabilidad considerándola signo de debilidad y nunca mostraba su dependencia frente al hombre. Repudiaba a las mujeres “maternales” y cuidadoras de actitudes tiernas y cariñosas, tachándolas de sumisas y haciendo alarde de su aparente libertad e independencia. Vivía pues en un mundo polarizado, en el que idealizaba un modelo y rechazaba su antagónico, siendo incapaz de reconstruir los pedazos desechados y anhelados y abrazarlos en un todo. No era capaz de ver sus aristas y complejidades, la Elia libre, atrapada, cariñosa, distante, cuidadora, amorosa, desprendida, fuerte, curiosa, dependiente, frágil, valiente, insegura, miedosa, impetuosa, tímida, sensual....albergaba cada una de estas facetas, no era una única mujer, compacta en su forma, era un amalgama complejo, un crisol de tonalidades contradictorias que una vez acceptadas podrían otorgarle esa libertad que ella tanto anhelaba.

Su inconsciente, afanoso en la tarea de arrojarle un poco más de luz, le iba mostrando algunos de estos aspectos a través de sueños que ella reescribía al día siguiente intentando encontrar una pista escondida tras el simbolismo. Un día tuvo uno que le dejó perpleja: estaba en una sala-comedor, asistía a una especie de cena de mujeres. El ambiente era acogedor y una luz ténue impregnaba el ambiente dando calidez y recogimiento. Las mujeres estaban sentadas alrededor de una mesa preparada con diferentes manjares. Elia estaba de pie observando los platos dispuestos con mucho amor y cariño. Se fijó en uno de ellos, membrillo con queso fundido y le pareció muy apetecible. Se acercó a la mesa en busca de una copa de vino tinto y vió que se había terminado, así que optó por coger una botella de vino blanco que llevaba una etiqueta en la que se podía leer la palabra “saktia”.

Cuando Elia despertó del sueño se levantó rápidamente de la cama para poder apuntar y no olvidar la palabra “saktia” ya que su intuición le decía que ahí podría haber algún tipo de revelación. Llamó a su amigo M., experto en trabajo con sueños y fijó una cita con él para que le ayudara a desvelar qué mensaje traía consigo el sueño. El encuentro, le hizo descubrir precisamente esa polaridad inconsciente aún no resuelta, a la lucha entre estos dos tipos de mujer aparentemente contrapuestas: La mujer fuerte, de tierra, con cuerpo y densa (vino tinto) y la mujer dulce, afrutada, ligera, fresca y volátil (vino blanco). ¿Y qué significaba la palabra “saktia” entonces?: Circulo, la fuerza del clan femenino, el útero, el poder generador, la fuerza primigenia...todo encaja.

Aún y los pequeños atisbos de luz, Elia seguía viviendo en el oscurantismo y en la lucha consigo mísma. Una ve cuando está preparada para ver. Incapaz de aceptar sus sombras todavía, sus pulmones iban recubriéndose de tristeza con el paso de los días y los meses, trazando surcos de ríos de lágrimas que corrían desbocados desde adentro; buscando una salida al exterior, colapsando su pecho y atisbándole punzadas que se le clavaban como agujas. Elia sentía cómo su corazón iba volviéndose débil y que algo la consumía por dentro. Se sintió más perdida que nunca e incapaz de sentir el motor vital que orienta el deseo. Todo empezaba a teñirse de un halo mortecino.

Un día, de camino al trabajo, sintió una fuerte punzada en su pecho y después de un grito silenciado, empezaron a fluir lágrimas descontroladas. Era como si de repente se hubieran abierto las compuertas de un gran dique. Lloró casi hasta secarlo. Estuvo en casa durante cuatro días sin salir, dando espacio a su cuerpo que le hablaba, que le gritaba, cansado ya de susurrar aquello que Elia no quería escuchar: “El camino que estás buscando no es éste... El camino es a la inversa, el camino es de retorno, un retorno hacia adentro, un retorno a tu alma, tu casa, tu ser. ¿No ves que lo que anhelas buscar afuera sólo tu puedes dártelo?”. En ese preciso momento, Elia sintió el insight de la lucidez, el atisbo de la sabiduría que sucede tras una crisis y por primera vez, pudo escucharla. Ahora si podía hacerse cargo, acogerla y mirar de frente “su verdad”, una verdad que le ponia en la senda de un nuevo caminar, si ella quería y estaba dispuesta a mirar de frente los miedos que de ahora en adelante se iría encontrando. Pero eso ya, forma parte de otra historia.

















martes, 1 de agosto de 2017





Shakti. Significado: fuerza o potencia.  

Aceptar el "sin sentido" de la vida, me asegura no perderme en los derroteros de las explicaciones, en la incansable búsqueda de respuestas y certezas. La vida y sus misterios son a veces inteligibles. Si intento atrapar el "sin sentido" me desvío de mí.
"Todos tenemos nuestro Saktia*" (nuestro propio significado de las cosas)


*Saktia carece de signficado, es una palabra que me aparece en un sueño y articula mi afán de buscar el sentido, de cuadrar, todo lo que me acontece.

Barcelona, 10 de mayo del 2017


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foto de Marta Cerulla



Somos vacio, vacio estructural e inabastable, irrellenable, insaciable, de una immensidad oceánica....darse cuenta de ello produce vértigo y angustia. El reto está en ver ese espacio, ese todo, como motor que me empuja a contruirme desde mi particularidad. De ahi la búsqueda incansable de mi paraiso personal, de no quedarme atrapada en la tragedia humana de la insatisfacción permanente. Cada cual vive ese vacio a su manera, integrándolo a su vida como càrcel y repetición o como trampolin para sumergirse en las aguas de la vida como posibilidad potencial, como generador creativo y fértil.

Barcelona, 20 de junio del 2017.

Héctor y Andrómaca, de Chirico.

  
La vida nos pone delante gente diversa que se cruza en tu camino, a veces por 
un instante, otras por más tiempo. No me canso de maravillarme de esto...almas solitarias que se encuentran para compartir un pedazo de existencia. Damos con amor un pedazo de nuestra obra a un " desconocido" que no siento como tal. Tras una cara nueva, se esconde un alma conocida. La vida la entiendo como un incesante encuentro- desencuentro de almas que me recuerdan y me empujan a reafirmar la intuición de un plan que me trasciende. Por si me había olvidado de ello.

Villaviciosa (asturias), 26 de Julio del 2017.