"Laberinto" de William Kurelek |
Cuando releo lo escrito, normalmente en lapsus relativamente largos de tiempo, me doy cuenta que aparecen una serie de elementos metafóricos que se repiten y que están presentes de una forma más o menos habitual, más o menos escondidos, intuidos, desdibujados o literales. Ya sea en pensamientos cortos, ideas, cuentos, escritos, observaciones, reflexiones...todo va y vuelve al mismo sitio. Es como los sueños, emergen una serie de ideas inconclusas, inacabadas, pendientes de resolución que se me plantan delante, esperando a que las vea para poder ser resueltas, integradas....
Algunas de las metáforas recurrentes en mis escritos son el camino y mis pies, el caminar, las sendas, nuevas y trilladas, mis pies que andan perdidos y giran sobre mi misma...
El desierto, con o sin palmeras, con dunas, áridos, la arena que refleja el tiempo, y las dunas que impiden ver al otro lado. El desierto como contexto, como paisaje que albergó otro escenario, a menudo de cartón piedra, falso, cimientos que se derrumban, escombros...todo se derrumba...la nada, el vacio...un desierto fértil, apartir del cual contruir lo nuevo.
El pozo, los hilos y el laberinto. El pozo como la contradicción de la angustia y la calidez, lo húmedo, lo oscuro, pero también la guarida, las plumas, lo blando, la seguridad de lo conocido. El aislamiento, el recogimiento...la lucha entre el permanecer y el querer emerger. El pozo como caracola, el no ser, no existir, el no ver, lo immóvil...lo conocido, el calor de un vientre.
El hilo, como hilo de vida y de apego, lo que me une, pero también lo que me ata. Lo que me sujeta, lo que me conecta con lo real y lo efímero, lo frágil. La guía, lo marcado...las ansias de seguirlo, pero también de cortarlo...el frío de las tijeras, el embrollo, el lío, el ovillo...lo eterno, el camino...
El laberinto como mapa, como enjambre de pensamientos, como encrucijada de vida, con sus recovecos y escondites...el laberinto como repetición, como más de lo mismo...no hay salida...el sentirme perdida en un lugar ya transitado, ya conocido, pero que deviene nuevo cuando no hay consciencia sobre los pasos andados. repetición que se vuelve espiral...a veces en pararlelo, otras ascendente, hacia arriba, arriba, arriba....cielo, aire...o torbellino que lo llena todo de polvareda.
El ojo, que todo o nada ve, el ojo de la intuición, el ojo del ciego...el ojo con bombilla, con luz en lo más alto...ese ojo que traspasa fronteras y se agudiza...que "fila prim" y ve, entiende, asiente y no parpadea, fija y retiene, integra y abraza más allá de su campo. El ojo torpe, que mira a otro lado, que se cierra fuerte, punto ciego, que pone pantallas, telas...que alza muros, que oscure y produce apagones. El ojo que mira adentro que viaja al centro...el ojo que le gusta lo que ve y sabe lo que ve. El ojo que mira afuera y se vuelve juicioso...el ojo crítico, incrédulo, el ojo que cree ver pero no ve, el ojo que no acepta lo que ve...el ojo que va más allá de los sentidos...el ojo que vuela adelante y hacia atrás...el ojo que quiere ver donde está.
El abismo y el salto, una metáfora del otro lado, desde el otro sitio, des de lo nuevo y lo no conocido, desde el miedo y la curiosidad, desde el vértigo...abismo,salto y vacio...la nada y el todo. La muerte y el resurgimiento.
Extracto de un mural de Asilah (Marruecos) |
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