Cuadernos

jueves, 1 de septiembre de 2011

Un instante fugaz en la vida de cualquier desconocido.

"Cafés" de V. Van Gogh
Me gusta sentarme en los cafés de cualquier ciudad, siempre me ha gustado, me he perdido en ellos desde los 17 años. Café y cigarrillo en mano, en la más absoluta soledad, observo por unos instantes la vida de aquellas personas que, en ese mismo lapsus de tiempo, comparten tiempo y lugar conmigo. Un momento fugaz en la vida de cada uno que puede pasar desapercibido por absurdo e irrelevante, pero que a mí, no deja de fascinarme. 

Una soledad compartida a medias por la sensación de sentirse arropada por el gentío anónimo: sus risas, sus conversaciones, a veces animadas, a veces tristes, a veces susurrantes, otras bien escandalosas. Es el escenario de la vida que pasa frente a uno, en la más auténtica espontaneidad del que no es observado (o del que cree no serlo).

Nada más lejos de la realidad, allá en el fondo del salón, en una mesa apartada, unos ojos observan el devenir de la vida más auténtica. Me lo miro cual película, inventándome sus posibles vidas: la pareja de novios que discuten, quizás sea su último día, como yo,quizás ya no se vuelvan a ver jamás. Ella parece estar triste, él se crece frente a la aparente debilidad de ella. Todo un "gallito", seguro que aburrido, egocéntrico y demasiado centrado en su trabajo como para dedicarle la atención que ella se merece. Los amigos íntimos que acuden como de costumbre a su cita semanal, donde se relatan sus últimas aventuras o desventuras, más o menos infladas, inventadas, para demostrar al otro cuan interesante resulta su vida.Nunca hay que demostrar al otro la mierda que cada cual acarrea a sus espaldas. La parejita de ancianos que como todas las tardes, para no perder la costumbre, van a tomar café y hablan sobre lo que ven, pues ya se lo dijeron todo en cincuenta años. El cariño que se tienen aún se puede leer en sus ojos. El anciano la trata con ternura, le coge la mano con un atisbo de amor adolescente. Seguro que han sido felices en su larga vida. Él como caballero de antaño que es, le ayuda a ponerse la chaqueta y le sujeta su bolso pesado, seguro que lleno de pastillas para sus incontables dolencias. El personaje solitario, libro en mano, lee una novela fascinante, tanto lo es, que no he podido ver el color de sus ojos, más sí, sus entradas incipientes que seguro tanto le preocupan. Quizás sólo lea aparentemente y esté pensando en cualquier otra cosa, la cosa más banal del mundo, como que se preparará esa noche para cenar. Lee y lee el mismo renglón cientos de veces. Al final se decide por una pizza precocinada, como siempre.El grupo de estudiantes que ríen y ríen sin parar, sus risas me recuerdan a las gallinas de corral, cigarrillo en mano casi todas ellas y con sus mesas llenas de papeles. Una excusa para hacer ver que estudian y un motivo para contarse, con pelos y señales, lo que pasa en su facultad a lo que amoríos se refiere. Las observo con atención para detectar quien dirige el cotarro. Normalmente es la que más grita y la que más necesita ser el centro de atención. Monopoliza la conversación, mientras las demás, quizás no tan espléndidas, la miran con cierta envidia bien disimulada de amistad. Cuando ésta se va, seguro que la critican diciendo que mal le sienta ese nuevo corte de pelo. Una mamá con su mamá, carrito al lado, se cuentan la dureza de la vida, lo difícil que está compaginar el trabajo con el cuidado de los niños, los problemas de llegar a fin de mes y las vacaciones que harán en verano. Iran a un lugar de costa atestado de personas con sus mismos problemas y preocupaciones. La hija muestra ojeras y  cara de hastío, quizás fruto de una vida que no le convence, que no escogió, pero que ya es demasiado tarde para dar marcha atrás. Ella lo sabe y se encuentra atrapada en sus contradicciones. La mamá también es consciente, a ella le pasó lo mísmo, pero no queda más que resignarse hijita. El grupo de ejecutivos, todos bien ataviados, con sus corbatas y mocasines impecables, hablan de negocios, de nuevos proyectos y hacia el final, para darse un respiro, optan por la tríada infalible: política, mujeres y fútbol.

Yo sigo tomando mi café, a sorbos lentos, para hacerlo durar y justificar mi tiempo, mi larga permanencia en ese espacio que no quiero abandonar, mientras simulo escribir cualquier cosa en mi libreta. A veces me pregunto, cuanto acerté en mis especulaciones, si estas historias inventadas, distan o no de lo que observo a mi alrededor, pero eso nunca lo sabré. Es solo un juego, una especie de intromisión ficticia en la vida irreal de personas reales, pura especulación de estados vitales, que lejos de ser cierta o no, disparan la imaginación de cualquiera al que le maraville el desfile de lo cotidiano.

2 comentarios:

  1. molt maco el relat, m'agrada! això de terrassa cafè i cigarro és cert, fa molt per tu! Jo llegint especulo que deus estar gaudint moltíssim, vivint cada instant i moment amb molta il·lusió! imagino que cada dia el vius com una gran aventura i espero el moment en que em puguis explicar tot sentades en un bar, bebent cafè i fumant un cigarro!

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  2. Gràcies bonica! m'afalaga molt que t'hagi agradat...i que li dediquis un temps a llegir-ho.
    Jejeje, sí son acertades les teves especulacions!!!! :D...ja queda ben poquet per a que ens retrobem de nou, i es clar será de ben segur acompanyades de café i cigarro! :P

    molts petons i gaudeix molt del teu viatge i els teus bodorrios (jo també et llegeixo!)

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