Cuadernos

martes, 23 de noviembre de 2010

Reflexiones I


Duchamp

 
Un camino de ida y vuelta, con regreso a manos llenas.


Desaciendo los pasos que hilvanaron estos versos para encontrar el origen de mi mundo.


No hay muros infranqueables...como un artesano que con su cincel modela un material tosco...poco a poco la luz se abre paso por entre mis poros.


Girando en esta espiral ascendente, de subidas y bajadas, por fin toca proyectarnos hacia adelante, re-formando el aquí y ahora, el yo entero re-encontrado, mi yo re-conocido.


Que hay detrás del decorado que llamamos mundo? yo rasco y veo otro color...Intuición compartida, conexión de ideas que escapan de lo establecido, locura transitoria, enajenación comprendida...veo en algunas miradas un "Sí, lo se, yo también lo veo".


Lo que vemos es solo uno de los miles de mundos posibles.


Mirar lo visto y re-visto desde la perspectiva de lo nuevo, des-domesticar nuestra mirada con el atrevimiento de lo invisible.


Las dualidades cómo fantasmas que nos atormentan, lucha esquizofrénica del yo. Aprender a vivir con el lado más incómodo de uno mísmo...ese que pica a la puerta para avisar que no está dormido.



Levantador de piedras: aquél que se detiene a buscar la vida bajo una apariencia estéril.


Empezar una nueva etapa, es iniciar la ascensión del círculo, amoldarse a su curba y deslizarse por su pronunciada pendiente.


Un lapsus, us suspiro, un pestañeo, us espacio breve de tiempo que guardo en mi bolsillo y emmarco en mi recuerdo. Eso es lo que queda, incluso el ahora ya es pasado y lo que viene aún tiene que inventarse.



El amor no se acumula, no se sobrepone como en capas de arena, socabando el amor del otro o mi amor antiguo, ya dado. Encajo tu amor con el mio, entrelazándolo, cruzándolo, tejiéndolo...haciéndose así más grande, expandiéndose y regando así cada fragmento de piel, de poro y de entraña, anhelosos del regalo desinteresado de un "yo" que se entrega sin esperar ser correspondido


Y me escondo en lugares recónditos...donde nadie me encuentra, permaneciendo tras el velo de las apariencias, tan bien escondida, que ni yo mísma se donde me guardé.


Necesito los hilos de Ariadna para salir de mi propio laberinto.


Fugitiva de mi propia existencia, sujeto errante de mi propio límite.



Torbellinos que se calman cuando ambos centrifugan, sus centros se juntan para compensar su escalada ascendente...poco a poco ese equilibrio nos invade y al fin se expande el desasosiego.


Nadie sabe qué suelo descansa bajo nuestros zapatos a cada paso, aún así, el que camina a pasos agigantados no puede percibir los cambios de rasante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario